domingo, 4 de julio de 2010

Mi primer viaje a Londres. Día 4 (El Windsor de Elizabeth Regina)

Descansados de nuestro viaje a Oxford, hoy tocaba volver a salir fuera para ver otra de las posibles visitas de nuestra carta: Windsor. Otras dos horas y media de tren para llegar a "la casita de verano" de la Reina. Lo primero que debéis saber es que entrar a verlo te cuesta unas 20 libras, eso sí, con la entrada te dan un pase anual que echándole un poco de morro (y no diré que yo lo haya hecho, pero 20 libras son demasiado) podría aprovechar otra persona si enseñase el dni de la dueña del pase anual. 
El caso es que una vez dentro, y colgados de la autoguía que te acabará sacando los nervios, se entra en un castillo medieval, lleno de almenas, torres y jardines. No tendría nada de raro ni diferente respecto a otros tantos castillos que se pueden visitar si no se supiese que aún hoy en día pasa temporadas allí la Reina de Inglaterra.
Seguro que antiguamente el castillo sería una fortaleza difícil de atacar, pero hoy en día allí donde habría soldados ahora hay furgonetas y vallas para que no vayas a visitar a su majestad. Y allí donde debería haber cocodrilos y un foso inexpugnable pues te encuentras un jardincito la mar de mono.
Ahora llega la parte de la visita "ciega" ya que las fotografías en el interior de los edificios están prohibidas. El primer lugar que se puede visitar es la casa de muñecas de la Reina María. Un regalo que le hicieron sus hijas y que pagó toda Inglaterra, con todo lujo de detalle desde las minibotellas de las estanterías hasta los minicoches de los garajes. Tras eso, una colección de dibujos de Leonardo da Vinci, fotografías familiares de la Reina y muchísimas habitaciones plagadas de cuadros, tapices, oro, armaduras y miles de cosas más que impresionan por su historia y sobre todo por lo que costaría al país mantener todo eso.

Una vez visto el interior vuelves al patio para pasar a la Iglesia: Otros tantos objetos de valor incalculable, y lo que más me gustó, la capilla donde realizan sus ceremonias los miembros de la orden de la Jarretera.

Antes de irnos había que sacarse la foto de rigor con el "soldadito de plomo". Que por cierto, eso de que no se mueven es mentira: cuando se mueven de lado a lado pegan unas patadas al suelo que seguro les duelen, y si te acercas no tranquiliza ver su mirada de reojo mientras le cuelga una metralleta del hombro.
 Dejando atrás el castillo fuimos a conocer un lugar que he visitado en todos los países en los que he estado: El McDonalds. No contaré nada sobre ellos porque los conocéis de sobra, así que paso directamente a después de comer, cuando nos dirigimos al barrio de Eton.
El detalle curioso lo marcaron las decenas de cisnes que se acercaban a que les dieras de comer en el río que separa Eton del resto de Windsor. Una orda de "pájaros enormes blancos" acompañados por patos asesinos que se te acercan sin miedo para ver si sacan algo que comer.
Sobre el barrio de Eton no hay mucho que contar. Construido alrededor del colegio que más primeros ministros ha dado, se trata de una zona pija donde las haya. Con "casitas" bajas y de corte muy inglés. El barrio respira una tranquilidad extraña para estar tan cerca de un lugar turístico como el castillo. Lo curioso es ver cómo algún turista pide una foto a los estudiantes de chaqué (sí, tienen que ir de chaqué a clase) mientras esos hijos de Lords te miran por encima del hombro y pasan sin responder. Otra vez como en Oxford no pudimos pasar por estar de exámenes, así que os quedáis sin fotos del interior.
Como despedida os dejo a un posible futuro primer ministro bastante menos simpático y sociable que los cisnes... Así va la política, más les valdría ser simpáticos e ir en chandal.

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