jueves, 29 de julio de 2010

Cuatro días por Portugal: Lisboa a pé (I)

A los vecinos normalmente se les pide un poco de sal, pero después de 26 (cómo duele lo de 26) años, como mínimo se merecían unas fotos y algo más de tiempo, así que a llenar el maletero de "El Capi" con la tienda de campaña y la cámara de fotos, y arreando Tamara y Yo para Guincho, en la mismísima nariz de la península.

Tras 7 horas de viaje y menos de dormir, cogimos otra vez el coche y media hora después estábamos en el corazón de Lisboa, a punto de comenzar una jornada larguísima.
En la Praça Do Rossio podréis ver el edificio de la estación (de día no es gran cosa) y una bonita plaza donde disfrutar de pastelerías como "Nicosia" o un simple paseo mientras, cada dos minutos si parecéis tan yonkis como debo parecer yo, os ofrecen hachís o marihuana. No os asustéis, basta con decir que no y se irán amablemente.
En el extremo contrario a la estación comienza la Rúa Augusta, una calle llena de tiendas de ropa donde no echaréis de menos a Madrid y que en unos 10 minutos os llevará directamente a la Praça Do Comercio.
La Praça Do Comercio es una enorme explanada custodiada por el Arco Triunfal, presidida por la estatua de Don José I, y flanqueada por edificios amarillos. El extremo opuesto a la plaza está abierto al Tajo con unas vistas magníficas, y antiguamente aquí se encontraba el Palacio Real, pero el terremoto del S. XVIII lo destruyó.
Por el lado Este de la plaza y comenzando a subir las inacabables cuestas llegaréis a la catedral de Lisboa, Santa María Maior o Sé, del siglo XII. Por fuera es imponente y mezcla varios estilos arquitectónicos, y además dentro guarda como un tesoro su claustro, donde hay unas excavaciones de ruinas tanto árabes como románicas.
Continuando con la ascensión por las empinadas calles apareceréis en uno de los muchísimos miradores de la capital y desde el que podéis disfrutar de las vistas del barrio de la Alfama, el alma de Lisboa, y que visitamos un poco más tarde.
Cuando ya parece que no puedes subir más, entonces te estarás aproximando al Castelo de San Jorge. La entrada te permite ver el castillo y el acceso a la ciudadela que protegen sus murallas, una zona para pasear, descansar y sacar fotos de Lisboa y el Tajo desde casi cualquiera de sus esquinas.
Ya estábamos satisfechos con las fotos y habíamos podido comer a la sombra allí arriba, así que decidimos que era el momento de meterse en la Alfama. Un barrio de calles estrechas y casas pequeñas, donde los colores de las fachadas se mezclan con el amarillo del "Carris 28" y las ropas tendidas en los balcones. Sin duda es el alma de Lisboa. Dicen que no es demasiado seguro, pero a nosotros nos habría encantado tener más tiempo para empaparnos bien de su ambiente. La siguiente parada en nuestro día estaba en la parte baja de la ciudad, así que qué mejor manera de volver que salir de allí en tranvía.
Gracias a nuestro viaje en el 28 llegamos al elevador de Santa Justa, junto a Rua Augusta. Un ascensor diseñado por el discípulo de Eiffel y que, en sus enormes cabinas, te lleva hasta el Barrio Alto. No os olvidéis de disfrutar un rato de las vistas desde el mirador, donde veréis la Praça de Rossio como si fuese de juguete.
En la misma puerta de la parte alta del ascensor os encontráis con el Convento Do Carmo. Se trata de un antiguo convento Gótico que quedó destruído en el terremoto y que actualmente acoge un museo arqueológico. No se tarda mucho en verlo y realmente merece la pena.
A 15 minutos a pie del convento está el Miradouro Da Santa Catarina, un lugar de ambiente alternativo donde gente de todo tipo se reúne para beber, fumar y tocar música en pequeños grupos. Una especie de plaza de Malasaña pero con unas espectaculares vistas al Tajo. Imprescindible descansar un rato allí.
Tras el merecido descanso allí arriba, nos dirigimos los dos hacia la plaza del Marqués de Pombal y el parque Eduardo VII. El único inconveniente es que está bastante lejos. Nosotros queríamos hacer tiempo para que anocheciera y fuimos andando (unos 45 minutos para volver hasta la plaza de Rossio y subir por Av. da Liberdade), pero podéis coger el 28 otra vez para hacer gran parte del camino. Una vez allí no dejéis que la cuesta del parque os eche para atrás y subid hasta la zona de la bandera y de la escultura (sobre la forma de ésta prefiero no opinar).
Finalmente sólo queda volver paseando hasta donde comenzó el día y esperar a que enciendan las luces de los edificios. Lo que a las 10 de la mañana era un edificio de la estación bastante normalito se convierte en una increíble postal de Lisboa por la noche.
Ahora sí, media hora de coche y otra vez en el camping de Guincho. Había que descansar, que al día siguiente nos esperaba Belém, los Jerónimos y el Cristo Rey... Pero eso ya os lo cuento otro día.

lunes, 5 de julio de 2010

Mi primer viaje a Londres. Quinto y último día.

El último día de nuestro viaje tocaba dedicarlo a ver todo aquello que nos habíamos dejado por el camino, o al menos lo que diera tiempo; y lo primero era la Torre de Londres. 
Cuando la visitéis, tratad de uniros a alguno de los grupos que realizan la visita guiada con las explicaciones de los Beefeaters. Estos personajes son los guardianes de la Torre. Viven allí y son más simpáticos de lo que parece, su humor ácido te hace entender muchos de los misterios del lugar, aunque hace falta tener cierta soltura con el inglés para entenderles (no mucho, hablan bastante claro). Además tuvimos suerte y por ser el aniversario de la coronación de la Reina iban con el traje de gala (sí, el de la botella de ginebra).
Uno de los lugares curiosos de la "Tower" es el lugar en el que decapitaron en su época a monarcas como Ana Bolena. Hoy en día hay un monumento en el lugar concreto de las decapitaciones, pero no os preocupéis porque tal y como nos dijo el beefeater: "Hay que tener muy buenos contactos para ser ejecutado aquí".
Otra de las cosas curiosas de este sitio son sus cuervos. Los puedes ver pasearse despreocupados por la zona. Cuenta la leyenda que cuando desaparezcan los cuervos de la Torre de Londres, desaparecerá la monarquía de Inglaterra; así que no me extraña que tengan a un "Raven Master" sólo para cuidar a los 7 cuervos que hay allí, y que tengan a uno encerrado por sí las moscas...
Del interior de los edificios no os puedo enseñar fotografías porque estaba prohibido hacerlas, pero tenéis que ver las joyas de la corona que se guardan allí. Unos pedruscos impresionantes que adornan coronas, cetros, anillos y espadas. No volveréis a ver igual vuestros anillos del H&M después de esto.
Tras tres horas pateando todo el complejo fuimos hasta Harrods: la famosa tienda donde puedes encontrar desde los típicos ositos de peluche hasta móviles de 24.000€ o relojes de 300.000€. Así que haced como yo y de recuerdo un osito, que ya vale con eso.
Por cierto, si os gustan las ñoñerías, dentro de Harrods hay una especie de mausoleo dedicado a Lady Di y a Dodi Al-Fayed. Una cursilería con ambientación egipcia, sus fotos, y la copa en la que tomaron champán con su alianza dentro... (Se permite vomitar).

De ahí, y a unos pocos minutos andando, hasta llegar a Hyde Park para comer. El corazón de Londes, un extensísimo parque con muchos rincones para visitar. Desde la estatua de Peter Pan o un lago donde remar, hasta rincones de cuento o zonas de cesped para jugar.
En Hyde Park hay muchísimas ardillas que están acostumbradas a convivir con los visitantes del parque. Así que si tenéis un poco de suerte os podréis cruzar con alguna simpática amiga.
Después de comer y tras pasear un rato por Hyde Park fuimos a uno de sus extremos, donde se encuentra en Arco de Wellington: Un arco del siglo XIX que conmemora las victorias sobre Napoleón. La verdad es que no es gran cosa, pero es de obligada visita y es bonito aunque no impresionante.

Dando un paseo puedes llegar a la zona de Covent Garden y Apple Market.. Un curioso mercado lleno de gente que te permite ver a mucha gente, pero no hacer grandes fotos.
Y por último, para cerrar el día, acabamos en Chinotown. No os esperéis un gran barrio con restaurantes asediados por las mafias. Es algo así como una calle de la zona oriental de Port Aventura. Una única calle llena de tópicos sobre China. Muy curioso, pero una curiosidad de 200 metros.
Con esto termina la visita de 5 días a Inglaterra. He de decir que me han sorprendido muchísimas cosas de allí. En cuanto pueda repetiré para ver tantas cosas que me dejé por ver, y recomiendo a cualquiera que vea las que he contado yo en estas 5 entradas. Así que espero que os hayan gustado las fotos y que os haya servido esto para conocer un poco más Londres, Oxford y Windsor.

domingo, 4 de julio de 2010

Mi primer viaje a Londres. Día 4 (El Windsor de Elizabeth Regina)

Descansados de nuestro viaje a Oxford, hoy tocaba volver a salir fuera para ver otra de las posibles visitas de nuestra carta: Windsor. Otras dos horas y media de tren para llegar a "la casita de verano" de la Reina. Lo primero que debéis saber es que entrar a verlo te cuesta unas 20 libras, eso sí, con la entrada te dan un pase anual que echándole un poco de morro (y no diré que yo lo haya hecho, pero 20 libras son demasiado) podría aprovechar otra persona si enseñase el dni de la dueña del pase anual. 
El caso es que una vez dentro, y colgados de la autoguía que te acabará sacando los nervios, se entra en un castillo medieval, lleno de almenas, torres y jardines. No tendría nada de raro ni diferente respecto a otros tantos castillos que se pueden visitar si no se supiese que aún hoy en día pasa temporadas allí la Reina de Inglaterra.
Seguro que antiguamente el castillo sería una fortaleza difícil de atacar, pero hoy en día allí donde habría soldados ahora hay furgonetas y vallas para que no vayas a visitar a su majestad. Y allí donde debería haber cocodrilos y un foso inexpugnable pues te encuentras un jardincito la mar de mono.
Ahora llega la parte de la visita "ciega" ya que las fotografías en el interior de los edificios están prohibidas. El primer lugar que se puede visitar es la casa de muñecas de la Reina María. Un regalo que le hicieron sus hijas y que pagó toda Inglaterra, con todo lujo de detalle desde las minibotellas de las estanterías hasta los minicoches de los garajes. Tras eso, una colección de dibujos de Leonardo da Vinci, fotografías familiares de la Reina y muchísimas habitaciones plagadas de cuadros, tapices, oro, armaduras y miles de cosas más que impresionan por su historia y sobre todo por lo que costaría al país mantener todo eso.

Una vez visto el interior vuelves al patio para pasar a la Iglesia: Otros tantos objetos de valor incalculable, y lo que más me gustó, la capilla donde realizan sus ceremonias los miembros de la orden de la Jarretera.

Antes de irnos había que sacarse la foto de rigor con el "soldadito de plomo". Que por cierto, eso de que no se mueven es mentira: cuando se mueven de lado a lado pegan unas patadas al suelo que seguro les duelen, y si te acercas no tranquiliza ver su mirada de reojo mientras le cuelga una metralleta del hombro.
 Dejando atrás el castillo fuimos a conocer un lugar que he visitado en todos los países en los que he estado: El McDonalds. No contaré nada sobre ellos porque los conocéis de sobra, así que paso directamente a después de comer, cuando nos dirigimos al barrio de Eton.
El detalle curioso lo marcaron las decenas de cisnes que se acercaban a que les dieras de comer en el río que separa Eton del resto de Windsor. Una orda de "pájaros enormes blancos" acompañados por patos asesinos que se te acercan sin miedo para ver si sacan algo que comer.
Sobre el barrio de Eton no hay mucho que contar. Construido alrededor del colegio que más primeros ministros ha dado, se trata de una zona pija donde las haya. Con "casitas" bajas y de corte muy inglés. El barrio respira una tranquilidad extraña para estar tan cerca de un lugar turístico como el castillo. Lo curioso es ver cómo algún turista pide una foto a los estudiantes de chaqué (sí, tienen que ir de chaqué a clase) mientras esos hijos de Lords te miran por encima del hombro y pasan sin responder. Otra vez como en Oxford no pudimos pasar por estar de exámenes, así que os quedáis sin fotos del interior.
Como despedida os dejo a un posible futuro primer ministro bastante menos simpático y sociable que los cisnes... Así va la política, más les valdría ser simpáticos e ir en chandal.